El Trabajo Vincular en Equipo y Grupal

La experiencia fundante de haber formado parte, junto con el Dr. Zarankin, de la Primera Escuela de Psicología Social de Pichon-Rivière, tanto en calidad de alumnos como de coordinadores, en mi caso desde 1972 a 1990, una época tan rica en producciones y experiencias, nos permitió internalizar profundamente la mirada vincular y grupal que es nodal en este nuevo modelo de trabajo. En la Terapia Vincular-Familiar interesan los vínculos reales, y por lo tanto la participación de los otros. A la manera de Pichón Rivière, que visitaba personalmente las casas de sus pacientes para percibir como era su entorno y cómo vivían para poder entender sus conductas y sus condicionamientos, la presencia del otro en la consulta nos proporciona un baño de realidad, nos permite recrear ante nuestros ojos la presencia de un vínculo real, de un modo real de comunicación y vinculación generalmente minimizado o naturalizado por los pacientes en la consulta individual. 

En esos momentos puede aparecer la calidad de la escucha mutua, el modo de procesar las diferencias, la forma en que se dirige uno al otro y cómo dialogan entre sí. Podremos registrar las sutiles o grandes descalificaciones, la tensión, inquietud o temor que opera como obstáculo no registrado suficientemente porque ha sido naturalizado.

Por ejemplo, la presencia de los padres en la consulta vocacional junto con el consultante, además de aportarnos una gran cantidad de información acerca de los rasgos de personalidad del joven, su historia infantil, su contexto e historia familiar, y de poder percibir vivencialmente las personalidades de sus padres, entre otros múltiples datos, la entrevista vincular nos permite acceder al vínculo real de comunicación que existe entre ellos, que desde la mirada del adolescente generalmente es catalogado de muy bueno. Además, en la consulta podremos percibir con claridad el grado de simetría del vínculo para poder trabajarlo de allí en adelante. Desde ya que podemos acceder a esta información de otra manera, través de la indagación del consultante, de sus materiales proyectivos, de la reproducción psicodramática de las diferencias o las discusiones con los padres; pero la riqueza y la inmediatez del material de la consulta vincular es insustituible ya que permite en ese mismo momento la intervención terapéutica para mostrar el trato de igual a igual, sus consecuencias en el plano vocacional y proponer cambios en el modo de comunicación para ayudar desde la primera consulta a los jóvenes a recuperar su lugar de hijos.

Muchos jóvenes y adultos que consultan por diferentes temáticas acceden rápidamente a convocar a sus parejas, pero la mayoría se niega o demora la convocatoria a sus padres por distintas razones: porque no quieren incomodarlos o movilizarlos, porque les da vergüenza mostrar su vulnerabilidad, porque temen a su propio enojo, porque no confían en sus padres o porque la simetría como cambio de la subjetividad les hace creer en la autosuficiencia emocional, en que tienen que poder solos, que pedir ayuda es estar fallados, que los padres por sus propios problemas no tienen mucho para ofrecerles.

Sin embargo, la mayoría de los padres convocados, aun los que son mayores, se alegran profundamente de la oportunidad de volver a acceder al vínculo con sus hijos, tan preciado y anhelado. Los que han sido ubicados en determinado casillero de la historia tienen la oportunidad de revalidar sus títulos, de mostrarse como personas de carne y hueso ante un otro que puede rescatar y humanizar sus historias, entender sus conductas, permitirles reparar o manifestar sus sentimientos. Lo que ocurre es que se facilita el encuentro, se moviliza lo estereotipado en presencia de un tercero que opera como límite, como separador y a la vez como propiciador para que se produzca nuevamente un acercamiento que quizás antes no fue posible, simplemente, por el gran miedo a la entrega, a quedar atrapados, que opera entre padres e hijos en tiempos de simetría. Pero, por sobre todas las cosas, las entrevistas vinculares posibilitan mucho más aún que los tratamientos individuales los procesos de diferenciación y desmimetización de situaciones traumáticas y dolorosas vividas por los padres, trasmitidas a sus hijos a través del contagio emocional y de la mimetización masiva de inconsciente a inconsciente.

A diferencia del psicoanálisis, en el que la recomendación es no tratar a pacientes de la misma familia, y ante un pedido de atención por parte de algún familiar se lo deriva a otros colegas, dentro de la Terapia Vincular-Familiar resulta valiosa la inclusión de distintos miembros de una familia en el proceso terapéutico. Porque nuestro objeto de trabajo son los vínculos familiares, y la posibilidad de acceder a más de un miembro de esa familia nos permite abordar la problemática vincular más abarcativamente y poder intervenir desde distintos ángulos para colaborar con el proceso de cambio.

Nuestra premisa es que el fortalecimiento de un miembro de la familia en su posibilidad de ubicación, subjetivación y comunicación trae cambios positivos para el resto de sus miembros. Por ejemplo, si uno de los padres logra aprender a poner límites a la demanda excesiva o el maltrato del otro, también ayuda a este último en su crecimiento emocional ya que tendrá que aprender a contenerse. Y también a sus hijos, ya que tratamos redes vinculares. Podemos trabajar con una sola persona, pero nuestra mirada siempre va a estar dirigida a reubicar sus vínculos familiares. El pedido de consulta lo puede realizar una pareja o uno solo de sus miembros, y luego se puede incluir al otro si el tratamiento lo requiere. Y en algunas entrevistas se puede citar a los hijos. O tal vez alguno de los hijos solicita a su vez una terapia personal. Todo lo trabajado en una de las instancias aporta a la comprensión de la problemática familiar, transgeneracional, a la comprensión de aquellos traumas e historias no elaborados que afectan al conjunto de la familia. Y cuantos más miembros participen de este proceso, hay más posibilidades de transformación familiar.

Trabajo en equipo y grupal

 El trabajo en equipo es sin duda una característica distintiva de este abordaje desde sus comienzos. La terapia vincular-familiar surge como producto de un trabajo en equipo de dos profesionales que comienzan a atender juntos después de un largo recorrido profesional, una en el campo del trabajo corporal y emocional y el otro con una amplia experiencia y formación dentro del psicoanálisis, la psicología social y la clínica de niños y adolescentes. Me refiero a la Lic. Claudia Nora Mares y del Dr. Benjamín Zarankin. En un segundo momento soy convocada a formar parte del equipo aportando mi experiencia en el campo de la Orientación Vocacional y de la coordinación de grupos dentro de la primera Escuela de Psicología Social de Enrique Pichón Rivière. Así fue cómo  comenzamos a atender juntos a parejas, familias, grupos, empresas familiares e incluso pacientes individuales. Este trabajo en equipo que se sostuvo durante muchos años es el que permitió amasar un cuerpo teórico y formas de intervención que fueron dando lugar a la creación de la Terapia Vincular Familiar. Después de algún tiempo el trabajo de los tres en conjunto, se fue espaciando y reservando para algunos pacientes puesto que era muy difícil de sostener. De todos modos está en la médula de este abordaje la combinación del trabajo terapéutico individual, con el abordaje conjunto por parte de una pareja de terapeutas, ya sea en terapia individual, de pareja, terapia familiar o en entrevistas vinculares convocadas especialmente con distintos miembros de una familia. La intervención de un co-terapeuta puede ser convocada ocasionalmente o en forma permanente de acuerdo a lo que cada situación y paciente requieran.

 

En la Terapia Vincular-Familiar se valora y jerarquiza la práctica grupal como instancia superior de acceso a contenidos muy difíciles de alcanzar desde otros encuadres. El grupo terapéutico pone en juego y moviliza aspectos de nuestra historia como hijos, como hermanos, recreando nuestra participación en los grupos familiares de origen, esta vez en un ámbito protegido y cuidado donde podremos transferir nuestros temores, fantasías, roles y dificultades de relación con nuestras figuras parentales. Por eso también se constituye en un ámbito privilegiado para el aprendizaje y formación de terapeutas tanto en la orientación vocacional con abordaje vincular-familiar como en la Terapia Vincular-Familiar. También, desde este encuadre, se le proponen a los pacientes distintas instancias de trabajo en talleres y grupos ampliados donde se comparte y se enriquecen con las experiencias mutuas.